9.6.15

Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones

Volví a palpar sus labios, y sin prisa alguna dimos rienda suelta a la pasión que nos unía.

Y fue como fuego, pero un fuego que no quema. Su cuerpo y el mío se convirtieron poco a poco en uno solo. Y  fue tan mágico que tuve hasta miedo, porque los sentimientos entre los dos estaban creciendo de una forma tan desbocada que se me antojaba surrealista.

Pero en aquella primera noche con ella entendí que el amor real es así: incontrolable, absurdo, mágico.

Y lo más hermoso que me había pasado en la vida.

Tan mágico como el tacto de su piel desnuda encajando a la perfección con la mía.







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