26.12.13

Y en un instante puedo ver que tú eres cuanto yo soñé

¿Será verdad eso que dicen de que nunca se llega a conocer totalmente a alguien? ¿Acaso uno realmente se conoce a sí mismo?
Quizás sea cierta esa afirmación, mas a mi parecer, lo que ocurre no es que no conozcas a esa persona, sino que te das cuenta de que incluso en las más estrechas relaciones existen secretos. Secretos que, banales o no, no revelas, ya sea por miedo a la reacción del otro, por miedo a mostrar quiénes somos en realidad, o tal vez por poder tener una ínfima parte de tu ser que únicamente te pertenece a ti mismo.

Y es entonces cuando nos sentimos poderosos. Poderosos al tener acceso único a esa parte tan íntima de nuestra persona, en la que sabemos que nadie jamás podrá adentrarse sin que nosotros lo permitamos. Cuán absurdos podemos llegar a ser las personas. Concebimos tales ideas tan carentes de sentido, que incluso a nosotros mismos se nos antojan irreales. La gran mayoría de las veces depositamos nuestra confianza en personas que, más tarde o más temprano terminan por destruirla, no obstante, necesitamos esa relación. Necesitamos tener cerca a personas, amigos o conocidos, con los que planear un futuro en común.
Sin embargo, como ya dije antes, por muy estrecha que pudiera llegar a ser tal amistad, siempre habrá cosas que no queramos compartir con nadie, y mucho menos con los más allegados.

¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué cuánto más fuertes son los vínculos de sangre que unen a dos personas, más distanciamiento emocional puede haber? Bien sabido es que tales personas con tan fuertes lazos que los unen, son las que menos posibilidad tenemos de que nos engañen. Mas aun sabiendo esto, continuamos aferrándonos a esta parte que es únicamente nuestra, como si no quisiéramos destruir esa imagen frente a la gente que más nos conoce, para no tener que dar explicaciones. Sin embargo, el precio por mantener esa imagen puede salir caro, pues no es más que una pose que utilizamos, y que cuando nos queramos dar cuenta, va a ser más parte de nuestra esencia de lo que jamás quisimos concebir.

Y es ahí, en ese preciso instante, donde se marca un antes y un después en nuestra existencia. Todas y cada una de las relaciones de afecto que hayamos llegado a imaginar darán un giro inesperado, y jamás, hagas lo que hagas, volverán a ser lo mismo. Mas en el fondo sabemos que es culpa nuestra, que las personas cambiamos, evolucionamos y maduramos, y durante todo este proceso, la mayoría del tiempo somos conscientes. Mas, a pesar de poder darnos cuenta, no hacemos nada por evitarlo, e incluso hay veces en las que nos convertimos en otra persona de manera irrevocable, en una persona que nunca creímos llegar a ser.




No hay comentarios:

Publicar un comentario