Nos
fundimos en un beso reconfortante, el de la calma tras la tormenta,
el que ambos sabíamos que ponía fin a la tensión que habíamos
vivido las últimas horas.
-¡Mira! ¡Hay luna nueva esta noche!-Exclamó ella con gran entusiasmo,
recordando nuestros inicios, aquella noche de verano en Gran Canaria
y todo lo que había traído consigo.
Ella
salió a la pequeña terraza, y yo fui tras ella, no sin antes coger
a la niña en brazos para que disfrutara del momento con nosotros.
-Pequeña,
no pienses que tu madre está loca. Solo recuerda siempre que las
noches de luna nueva son las más mágicas, pues la oscuridad no es
algo a lo que se le deba temer. Las cosas más hermosas pasan a veces
cuando menos lo esperas.
Ella,
que me observaba maravillada por mis palabras, sonrió de la manera
más increíble que había visto jamás, y buscó las palabras
adecuadas para responder. Pero a veces no hace falta más que la
hermosa sencillez de una verdad irrebatible.
-Te
quiero.
Mis
ojos casi centellearon.
-Y
yo a ti, preciosa.
Y
así, como muro infranqueable, continuamos siendo la familia tan
extraordinaria que siempre habíamos sido.
http://since1994s.blogspot.de/
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